Dichosa alarma del teléfono. Son 7 de la mañana y es sábado. Hoy es el gran día que llevaba tiempo esperando. Voy a volar y esta vez no se trata de un avión. Javi está durmiendo y veo que no tiene ni la más mínima intención de asistir al despegue aunque me ha dejado bien claro cuál es mi grado de locura, jejejeje. Quizás penséis que soy atrevida, si para estas cosas soy un poco inconsciente pero a veces hay que serlo.
Hace unos meses conocí a Alfonso mientras se preparaba para un despegue en un descampado de la sierra. Le puse la cabeza como un bombo preguntándole sobre la vela, la gasolina, la sensación que se tiene ahí arriba… En realidad eran preguntas preliminares. A mi lo que me apetecía era subirme a ese trasto. Quedamos. Iba a ser mi primer vuelo en paramotor.
La mañana es fría, así que calcetines dobles, camisetas de manga larga, forro polar, guantes… pero ahí arriba todavía hará más frio. Aquí os presento el pedazo de despligue (y visto así, empiezo a entender la preocupación de Javi).
Alfonso tiene muchas horas de vuelo y acumula títulos y premios y aunque es bastante modesto, dicen los que saben de esto, que vuela como nadie. Estiramos la vela. Todo parece estar en su sitio. El viento y las condiciones meteorológicas son óptimas. El GPS tiene batería y el bidón de gasolina está casi lleno. Yo estoy nerviosa y contenta. Y he cometido una imprudencia, he desayunado y no llevo bolsa plástica :)
Nos sentamos. Casco y micrófono. El motor se pone en marcha. He escuchado motores más silenciosos. El micrófono será la forma que utilizaremos para comunicarnos. Yo voy sentada delante en el biplaza, él atrás, un poco más elevado. No puedo ver las aspas, pero dan vueltas. Nos empezamos a mover. Miro hacía arriba, la vela sube, solo en segundos nos separamos del suelo. Yujuuuuuuu, como mola!!!
Estábamos volando. Bajé los pies de los estribos para sentir como flotaban, atravesamos un campo cercano al Embalse de Valmayor. No sabía que había “bambis” en esa zona, preciosos… El embalse tenía unos colores increíbles. La luz de la mañana es la mejor. Pasamos por un montón de pueblecitos: San Lorenzo de El Escorial, Navacerrada, Cercedilla, Collado Villalba, Galapagar, Torrelodones… y después de una hora de vuelo, apagamos el motor: El Silencio